domingo, 21 de febrero de 2021

 PRIMER DOMINGO DE CUARESMA


Evangelio según San Marcos 1, 12-15

En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepentíos y creed en el Evangelio".

Hoy celebramos el primer domingo de la Cuaresma, camino que recorremos cada año hacia la celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor. ¿Por qué todos los años? Porque ser cristiano no es solamente un don, un regalo que nos dieron al bautizarnos cuando éramos pequeños. Ser cristiano (amigo y seguidor de Jesús) es también una tarea. Es decir, me tengo que hacer cristiano cada día: cada día tengo que convertirme, reconocer que necesito volver a Dios y que Él me espera siempre. Nos lo pide Jesús hoy en el Evangelio después de pasar cuarenta días en el desierto. Lo escucharemos atentamente, pues también nos lo dice a nosotros.

Para la oración personal

Todos los años, el Evangelio del primer domingo de la Cuaresma renueva la memoria de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto. Marcos es el que nos lo relata de un modo más breve, aunque no por ello menos significativo. La tentación ha adquirido en nuestro lenguaje un tono peyorativo, relacionado con lo prohibido, lo oculto, e incluso con lo deseado. En el lenguaje bíblico no es así. La tentación supone la prueba para la fe. En ese caso nos encontramos nosotros todos los días ante la posibilidad de construir nuestra vida en la fidelidad al Señor o en vivir como si realmente no existiera. Por eso, al comienzo de la Cuaresma, la liturgia y la Iglesia nos quieren hacer reflexionar sobre cómo pasamos nosotros la prueba-tentación de cada día. La lección de Jesús nos ayuda, ya que Él mismo tuvo que pasar por la tentación y la superó; con ello nos enseña que la tentación no es mala, sino que puede convertirse en ocasión de creci-miento y maduración, y además que la tentación es superable, que no vamos a ser tentados por encima de nuestras fuerzas y posibilidades. Por ello aprovechemos lo que de positivo puede tener la tentación y demos una respuesta cada día más coherente a nuestro compromiso de vivir desde la fe.

1. Cuando escucho la palabra tentación, ¿en qué pienso?

2. ¿Experimento cada día la tentación de dejarme arrastrar por la vida cómoda y a no vivir como el Señor espera de mí? Muchos han hablado de la vida cristiana como una “lucha”, en la que no todo depende de nuestras fuerzas, pero en la que hay que esforzarse cada día.

3. ¿Qué puedo hacer para dar una respuesta adecuada? ¿Soy capaz de pedir ayuda cuando me veo impotente?

4. ¿Cómo convertir la tentación en un momento de reflexión y crecimiento en mi propia vida? Cuando caigo, tengo la oportunidad de levantarme más preparado, y más humilde.






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